Como comento en la nota citada anteriormente, me queda hacer un pequeño repaso a este segundo libro también, tanto de formato (cursivas, saltos de párrafo y similares perdidos al copiar y pegar al formato web) como de estilo. Nada grave, eh. Este libro, tal cual está, se puede leer sin problemas, aunque uno siempre quiere mostrar su obra en las mejores condiciones posibles y bien es cierto que un autor nunca ve el momento de ver su obra perfecta; siempre la ve mejorable, con el inconveniente de que eso puede devenir en una obra de escritura interminable, sumida en una infinita revisión. Así que he optado por hacerlo a la inversa. Mejorarla, sí, pero "en el aire". Es la ventaja de los formatos digitales, que no son estáticos.
¿Qué es La Purificadora de Almas? Si leíste el libro anterior, te puedes hacer una ligera idea de lo que se espera de ella. La Purificadora, La Benefactora, La Espada del Bien, o como quiera llamársele, es la espada que todo héroe quisiera tener. Es la Excalibur de las leyendas artúricas, la Espada Rota de Paul Anderson, la Zémal del ciclo de Tramórea, la espada láser de los Jedi... Seguro que hay mil ejemplos más. Es, incluso, el martillo de Thor en algún aspecto. Me he tomado la licencia de tomar prestada la esencia de todas esas armas míticas para crear mi propia arma definitiva. Su nombre, además, no es en balde, pues se forjó y conjuró específicamente para combatir El Mal (así, con mayúsculas) y nuestra bardo preferida tiene indicios claros de que se usó en la antigüedad para matar a un dragón, probablemente el ser más poderoso que uno puede encontrarse en estas tierras, ahí es nada.
Con esta carta de presentación y dedicándole el título de un libro entero, no creo que sea un spoiler decir a estas alturas del percal que La Purificadora es muy importante para la trama. Ahora bien, quiero remarcar que no sólo esta espada es determinante, sino muchos de los personajes y otros objetos de poder que pululan por todo el arco argumental. Al final de la trilogía, el lector apreciará el peso específico de cada uno de los elementos que la componen, o eso espero. El curso de la historia no depende del que atesora un gran poder o una gran responsabilidad (sic), sino del aleteo de una mariposa tal y como mandan las Leyes del Caos.
Vengo a decir que aquí todo es determinante para el devenir de los hechos. Una cosa siempre lleva a otra; siempre hay un motivo. Como autor, no me gusta la paja o el andarme por las ramas y quiero pensar que eso es una virtud. Aunque también es posible que forme parte de mi vaguería por la cual me es imposible escribir páginas y páginas con el mero fin de aumentar el número de palabras, ni siquiera con la excusa de "ambientar" o "construir" un personaje. No le descubro nada al que me haya leído en otras ocasiones. Prefiero que todo se defina sobre la marcha, esto es así. Sea como fuere, en ese aspecto escribo lo que me gusta leer. Detesto las páginas y páginas implicadas para definir la personalidad de un fulano, pues aquello de la calidad y la cantidad se puede aplicar muy bien en estos menesteres y yo soy más fan de lo breve y bueno. Para mí, la descripción del personaje más certera, clara y concisa es la que Pérez Reverte (o su hermana Carlota, nunca lo sabremos) le dedica en una sola frase, la primera del libro, al Capitán Alatriste. No hase falta desir nada más, que diría Schuster.
Por tanto, poseer la Purificadora de Almas no es garantía de éxito, y el devenir de la historia va a depender muchísimo de la interrelación de los personajes, de su bagage anterior y de su capacidad de adaptarse a las circunstancias.
En fin, lector, te dejo sin más con la lectura de La Purificadora de Almas.
Disfrútala.