La Purificadora de Almas

La Purificadora de Almas / Víctor M.M.

21
El plan de Avanney

» Sólo existen dos clases de personas que conversarían con un dragón rojo: los sabios y los necios. Los primeros tienen una mínima posibilidad de salir con vida del encuentro, los demás pensarán que la tienen. «
Fragmento del Libro de las Revelaciones.

El Solitario había tenido tiempo de sobras para informar a Avanney acerca de lo que había sucedido en las Colinas Rojas. Su captura, la situación de los clanes, el dragón… Todo con el máximo detalle que la bardo le había exigido y con toda la fidelidad que el elfo supo relatar. Antes de llegar a su destino, Algoren’thel le dijo:
—No pensé que se pudiera matar a un dragón como Ankalvynzequirth. Es una suerte que hayáis encontrado esa poderosa espada. Esperemos que Endegal no tarde demasiado en venir. ¿Crees que tendrá el valor suficiente? —preguntó. La bardo le miró de soslayo, y el elfo aclaró—: No es que dude de su valentía, pero ese dragón... Yo le vi, Avanney. He cruzado su mirada y créeme si te digo que es terrorífico. Su sola visión me paralizó.
Avanney había estado escuchando esta última parte sin dirigirle la mirada al elfo, sin interrumpirle, dejando que el Solitario expresara sus pensamientos y sus temores acerca de aquella misión. Finalmente habló:
—Sí, es una suerte tener a La Purificadora de nuestra parte —le dijo—. Pero no espero que Endegal acabe con Ankalvynzequirth, o por lo menos no ahora.
—¿Por qué dices eso?
—Tú mismo lo has dicho. No es suficiente con poseer a La Purificadora. Un dragón no es un adversario cualquiera; no es un orco, ni un hombre, ni un elfo, a los que puedes batir en un duelo de fuerza y destreza. El poder de un dragón es tal que si Ankalvynzequirth sospechara mínimamente que su vida corre peligro, con un solo suspiro abrasaría a Endegal con su hálito de fuego. Y puede que no esperase a sospechar nada. La simple diversión de matar puede ser una razón más que suficiente para condenar el destino de quien se presente ante él.
—Y sin embargo Endegal vendrá cuando acabe con el asunto de Alderinel…
—No lo creo —le respondió ella—. No te he hablado todavía de ello, pero antes de salir hablé con el Visionario. O mejor dicho, fue el Visionario quien vino a mi. Por aquel entonces yo aún albergaba una posibilidad de que Endegal llegara quizás a acabar con el dragón, pero después de oírle lo vi claro.
—¿Qué te dijo?
—Sus palabras exactas fueron: “No esperéis que Endegal el Ligero os libere del dragón, pues no llegará hasta las Colinas Rojas”. —Los ojos del Solitario se abrieron como platos, a lo que Avanney añadió—: Yo también me estremecí al oírle, y temí seriamente por la vida de nuestro amigo. Pero Hallednel no accedió a especificar más, no sé si él mismo sabía con exactitud de qué trataba aquella Visión, pero sólo añadió: “La Purificadora ha trazado su camino. No puede evitarse”, y comprendí que así era. Por eso espero que evites mencionar el nombre de Endegal o de La Purificadora delante de los enanos. No quiero que posen sus esperanzas en ellos.
—¿Entonces es este viaje vano? —le preguntó el elfo, algo desanimado—. ¿No tenemos esperanza alguna? Y si es así, ¿por qué razón emprendimos este camino?
—Claro que hay esperanza —le dijo—. Y no es en absoluto en vano este viaje, te lo aseguro. Tengo un plan en mente que no puede fallar.

21. El plan de Avanney

La Purificadora de Almas / Víctor M.M.


§

Llegaron a los bosques de Deilainth, donde vieron asombrados a los enanos trabajando codo con codo con los hombres. Había enanos que se habían acostumbrado a aquella situación, otros sin embargo, continuaban pensando que aquello era más propio de la servidumbre que de la colaboración. Pero unos y otros añoraban fuertemente su morada en la montaña, y se afanaron rápidos a recibir a los extranjeros cuando se corrió la voz de que dos jinetes acompañados de un enorme lobo plateado de acercaban a aquellas tierras. Apenas llegaron, Loncar organizó una comida multitudinaria en la que, esperaba, se discutiría el futuro de los enanos. Resultaba obvio que el destino de aquellos enanos afectaba directamente al estilo de vida de los hombres de los bosques de Deilainth, y Loncar, como buen líder, esperaba conocer todos los detalles y participar cuanto le fuera posible de aquellas decisiones.

—¿Así que tu eres la matadragones? —le preguntó Loncar a la bardo.
—Nadie de los que aquí estamos está en disposición de matar a ningún dragón —fue la respuesta.
Los enanos mostraron su descontento.
—¿Y a qué has venido pues, mujer?
—A liberar a vuestros compañeros que resten con vida, atrapados en las galerías.
—Si es que queda alguno con vida —añadió Loncar.
—Ya —convino uno de los enanos sin ningún convencimiento—. ¿Y cómo piensas hacer eso sin matar al dragón, si puede saberse?
—Entraré y le diré que vamos a liberarlo. —Al oír esto Loncar estalló en risas—. ¿No creéis que el dragón tendrá tantas ganas de salir que esperará a oír mi oferta? —argumentó.
—¿Y cuál será tu oferta? —preguntó de nuevo Loncar.

21. El plan de Avanney

La Purificadora de Almas / Víctor M.M.

Ondyrk el Barbatosca permanecía a la expectativa. Nadie hubiera dicho que era el líder de los Quiebrarrocas, pero extrañamente había aprendido a confiar en el elfo, y si el elfo había traído a aquella humana para solucionar el problema del dragón debía por lo menos darle la oportunidad de expresar su plan sin interrumpirla.
—Convenceré al dragón de que le liberaremos si nos promete no causar más daños a los enanos y a los hombres de Deilainth.
—¿Vas a convencerle? —dijo Nemkhyr molesto—. ¿Y esperas que la bestia te crea? ¿Cómo se supone que le liberaríamos?
—Con el pico de Haîkkan, por supuesto.
—¿Qué historia piensas contarle al dragón? ¿Vas a esperar que crea que existe un pico tan poderoso?
—No subestimes al dragón, noble enano. Él debe saber de la existencia del pico. Golpeasteis sus escamas con él si no me han informado mal. Un dragón no olvida.
—Pero no poseemos el Pico Sagrado. Creemos que se halla perdido en el interior de las galerías.
—Y esa es precisamente la clave de este asunto, amigos. Puede que El Pico esté bajo el poder de Ankalvynzequirth, y si logro convencerle me lo cederá. Con él podremos excavar túneles paralelos para liberar a los enanos cautivos sin que pasen por delante del dragón.
—¿Y si no lo tiene en su poder?
—En ese caso me dará su permiso para que vaya a buscarlo.
Los presentes se miraron, dudando de que el plan funcionase. Todo se basaba en engañar al dragón y la mayoría pensaban que la bardo no llegaría siquiera a cruzar palabra con aquél, que la devoraría en un suspiro o la abrasaría con su fuego.
—No tenéis nada que perder —dijo ella, rompiendo las tensas disquisiciones de los presentes—. Sólo yo arriesgo la vida.

21. El plan de Avanney

La Purificadora de Almas / Víctor M.M.

Los enanos asintieron. En verdad no tenían nada que perder y mucho que ganar; no eran pocos los que no sabían si el resto de sus familiares habían perecido o permanecían retenidos.
—Yo te acompañaré —le dijo el Solitario.
—No —dijo ella secamente—. Debo ir sola.
Algoren’thel no quería abandonar a la bardo a su suerte, pero por otro lado, le aterraba enfrentarse de nuevo a Ankalvynzequirth. No tenía miedo en sí al dragón, ni tampoco a la muerte. Tenía miedo de quedarse de nuevo paralizado en aquella mezcla de fascinación y terror. Tenía miedo de estorbar a Avanney. De algún modo que no pudo determinar, el elfo intuyó que la bardo tenía el talante suficiente para no perder la calma frente al dragón. Le parecía increíble, pero Algoren’thel estaba seguro de que podría. Tal vez fuese la seguridad que manaba de sus palabras, tal vez el brillo avispado de sus ojos, pero en cualquier caso Avanney no sufriría la parálisis que había experimentado el elfo. Incluso se convenció de que su compañera de viaje saldría con vida de aquel asunto. ¿Cómo podía estar tan seguro?

—¿Y qué ganas tú arriesgando la vida? —preguntó de nuevo Nemkhyr, que parecía desconfiar—. Ya no poseemos las riquezas que por derecho nos pertenecen, ahora nuestras posesiones están relegadas a la misericordia de Loncar y sus hombres. No creas que vas a tener una recompensa digna.
Ondyrk se levantó por fin y apoyando la tesis de Nemkhyr, dijo:
—Nemkhyr tiene razón, mujer. Si matáramos al dragón y recuperáramos las galerías y los tesoros, te daríamos cuanto pudieras cargar en una carreta. Pero en la situación actual no te llevarás más que nuestro eterno agradecimiento por salvar a los supervivientes, si es que los hay.
—La recompensa que obtendré del encuentro con Ankalvynzequirth nada tiene que ver con vuestros tesoros robados, Quiebrarrocas —les dijo—. Lo que voy a obtener a cambio de arriesgar mi vida no tiene precio, y no es otra cosa que Conocimiento, información y el placer de seguir una causa justa. Nada deseo más que conversar con un dragón milenario.

21. El plan de Avanney

La Purificadora de Almas / Víctor M.M.

Aquella explicación no convenció demasiado a ninguno de los presentes salvo al elfo, que empezaba a saber qué guiaba los pasos de la bardo. No obstante no se puso impedimento a la misión que se había encomendado Avanney porque, como ella misma había dicho, nada tenían que perder. De fracasar en el intento, las cosas permanecerían como estaban, y ni unos ni otros podían quejarse demasiado, y de tener éxito, los enanos recuperarían a algunos familiares y Loncar tendría más mano de obra para sus granjas.
Avanney anunció que emprendería aquella misión al día siguiente, y todos admiraron el valor y la tenacidad que aquella humana estaba mostrando.

21. El plan de Avanney

“La Purificadora de Almas” y la portada del presente libro son obra de Víctor Martínez Martí y se encuentran bajo una Licencia Creative Commons Atribución-CompartirIgual 3.0 Unported.
Para ver una copia de esta licencia, visita http://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0/.

By Víctor Martínez Martí @endegal